15 nov 2010

G y G

-¿Como era ella?-
-Había chicas más atractivas, pero, sin embargo, no eran más guapas. Destacaba su sonrisa, su puta sonrisa. A veces parecía que a través de su sonrisa la vida me pedía perdón por todo lo que me había ocurrido y me ocurriría. Tú la viste, sus dos ojos eran dos zafiros, dos Gemmas azules. Pero fuera de esto, era un libro de miedos y manías. Al principio no podía aguantarlas, pero después causa tanta influencia en mí que acababa yo mismo teniéndolas, es más, acabaron encantandome. Respecto a los miedos, nadie sabía ni uno de ellos, parecía super confiada cada vez que hacía alguna cosa, vivía con un aura de metro y medio a su alrededor, que a mi, personalmente, me costo casi un año romper del todo, pero que nadie podía penetrar. Casi nadie la había visto llorar, aunque todo el mundo la veía reír a carcajadas. Siempre tenia razón, siempre tenia que tener razón. Era nervio puro, yo siempre lo achaque a o tres o cuatro cafés que bebía por día, pero al final me di cuenta de que era parte de su idea de mantenerse viva. La persona más sociable que conozcas, nunca tenía una mala mirada, ni una mala cara con nadie, nunca nadie le caía mal, y sobre todo le sonreía a todo el mundo, incluso a la gente que no conocía por la calle. Alguna vez le vi rechazar a algún tío, en alguna barra de Malasaña, con un sonrisa de oreja a oreja y con dos o tres "lo siento" por frase. Era el máximo exponente de la chica guapa y intocable, de rojo, del final de tu clase. La que nadie sabe su nombre, pero todo el mundo jura que le ha sonreído. Le encantaba tener el control de las cosas, nunca nada se le podía ir de las manos y siempre sabía que me pasaba por la cabeza, aunque siempre se hacia la tonta y parecía lo contrario. Acabe acostumbrándome a su extravagante presentación: "Hola, Gemma, con dos emes por favor".

-¿Como era él?
-Había chicos más guapos, pero sin duda no más atractivos. Siempre tenia cara de pena, no le gustaba sonreír, muchas veces me obligó a tirarle de los mofletes para ver como era su cara con una sonrisa. Le encantaba mirarme fijamente a los ojos, creía que así me leía el alma o algo así, ¡Como si eso fuera posible! Era una persona muy solitaria, cuando le conocí a penas había tenido relaciones, era muy patoso con las chicas. Casi adorable. Pero es que tampoco tenía amigos, el típico chico raro, interesante pero raro, que se sienta al final de clase y no coge apuntes, sino simplemente mira por la ventana, y de vez en cuando coincide su miraba con la tuya, porque no puedes dejar de mirarlo. Le encantaba la ficción, aunque conseguí que viera películas románticas y leyera libros otro tipo de libros. La conseguí meter dentro de mi ultrarrealidad. Cuando le presentaba a alguien siempre daba la mano floja y miraba hacia otro lado, a penas se le oía cuando decía su nombre. Era un chico raro, sin embargo las cosas que hacía eran las típicas de un chico de 20 años. Le gustaba correr, el deporte en general, las series americanas, Starbucks, y hablar sobre literatura y filosofía. Lo que más me sorprendía de él, era su capacidad de cambiar de opinión en pocos segundos sobre cualquier tema, y que siempre me diera la razón, siempre creyó que me encantaba. De hecho me encanta, pero nunca lo digo. También me sorprendía su manera que tenia de abrirse como un libro abierto a las pocas, muy pocas personas, con las que hablaba. Era difícil no conocerle. Pero más difícil era no querer conocerle.

14 nov 2010

Dos

Había llamado cien veces a ese timbre, esperado en ese portal un numero incontable de días. Y esa tarde era la primera en la que se fijaba que el numero dos, de segundo derecha, su segundo derecha, estaba torcido.

Esa tarde estaba particularmente nerviosa, normalmente su hiperactividad se basaba en saltos a la cama mezclados con algún pellizco o codazo involuntario, pero aquella tarde añadía carreras tontas por el pasillo, bromas a su hermana casi sin sentido, y besos locos por toda la cara de él. Evidentemente ya sabia que algo pasaba, no era difícil  ver cuando ella mascullaba algo importante, él siempre se hacía el tonto y le seguía el juego, pero aquel día cambio de opinión y decidió acostarse a leer a esperar que ella se le acercara, cerrara la puerta y empezara un monologo de dos. Cansado de esperarla, a las dos horas, la cogió por el brazo y cerro él la puerta.
-Cuéntamelo- Ella le contestó simplemente mordiéndose el labio y con una mirada contrariada.

-¿A donde va esto, Gabriel?- Él ya había conseguido tranquilizarla, y con la pequeña cabeza de ella sobre su pecho le acariciaba el pelo. Llevaban más de media hora hablando de algún tema que nadie recordaría.

Cuando se levantó, dejándola a ella en una posición rara sobre la cama, sonaba una canción rockera de lo que parecía Sabina. Él ya había sacado ese tema infinidades de veces, con su característica sutilidad de hormiga, pero ella, con su característica sutilidad paquidérmica, zanjaba los temas. La relación, una vez más y como tantas cosas, se movía al ritmo de sus ojos azules. Dio un largo suspiro, la miró y se dispuso a recitar el guion ya aprendido para esa ocasión. Pero en el último segundo, y mientras retumbada aquella frase en su cabeza, lo cambio por dos palabras, por ocho letras.

9 nov 2010

UveDoble

-Te vas a resfriar, entra dentro a ver la peli.

No le interesaba para nada la enésima reedición de Titanic. Había salido al balcón a leer, como hacia siempre, daba igual inviernos o veranos. Siempre se despistaba con la gente que pasaba. Tonta manía. Le doblo una esquina a Marquez y coloco su mentón encima de la mano, la del tatuaje, y perdió en la mirada en aquel chico de blanco. Flotaba como en una nube, pantalones caídos, sudadera ancha blanca, Converses y un gorro Billabong, azul, feo, muy feo. Iba andando y cada paso lo hacia como con si llevara un muelle en los pies, al compás de la música, pensó que sonaría una canción de MGMT en sus cascos. Que iba pensando en la noticia de esta mañana de que saldría un disco nuevo de ellos, o a lo mejor los llevaba apagados, con ese frió no era raro no sacar las manos para nada, y que iba absorto en el recuerdo de unos ojos como los de ella. A lo mejor sabia que le estaban observando y su leve contoneo solo se debía a que se había dado cuenta de que alguien le miraba y estaba actuando. O simplemente llegaba feliz a casa después de un día duro de trabajo, estudio o deporte. De pronto en una de las absorciones al compás musical casi choca con la vecina del tercero, una señora mayor muy amable, muy entrometida y muy alegre. Esa mujer que a él ya no le interesaba, solo le interesaba la gente que aun demostraba un misterio, que podía imaginarse como eran, o como serian en su mundo ficticio, en su cabeza. No le gustaba conocer gente, nunca se cumplía la totalidad de las cosas que pensaba de esas personas, y eso le frustraba. Las personas les gustaban más como el se las imaginaba. 

Había vuelto a absorberse en el libro cuando ella salió por detrás. Le quitó el libro de las manos a la vez que le mordía en el hombro.

-Has leído este libro ya tres veces. Como odio la ficción.
-La ficción es la cara buena de la realidad- Contestó él mientras se daba a vuelta- Sin ficción no existiria la realidad.
-Te equivocas, simplemente se refugian en ella. Es fácil escribir algo que no has vivido, lo difícil es hablar de lo que sientes y saber hacerlo bien. Siempre nos refugiamos detrás de una mascara y de dos mil capas de escudos reflectores. Solo dejamos ver los defectos de los demás y nunca los nuestros. La ficción esconde aun mas esas capas y solo deja ver un mundo en el que los errores de la gente no tiene repercusión. Porque no son reales. 

El solo pudo mirar hacia arriba, mientra sonreía y se mordía el labio. "Siempre tiene que tener una opinión por encima de mí, le encanta tener razón"

-Ahora ven dentro, que vas a acabar como Di Caprio en la peli. Y yo no pienso dejarte mi trozo de madera sino te lo ganas- Puso una de sus sonrisas y le cogió de la mano tirando de él hacia dentro. 

8 nov 2010

Camisa a cuadros

Solo podía recordar aquella camisa a cuadros vieja, muy vieja. Ella nunca llevaba camisas, todo lo contrario, pero aquella noche, con su canción preferida de fondo, Non je ne regrette rien, esa que siempre cantaba por la calle, esa que tenía de tono en el móvil, y sobretodo esa que había sido la banda sonora que después presidiría su ruptura, apareció por su puerta, empapada. Aquella seria la primera noche que ella perdía la camisa, la camisa y el miedo. Ese miedo irracional. Ese que siempre aparecía, cuando las manos sobrepasaban el limite, para contradecir su seguridad férrea, su autosuficiencia, su soberbia. Primero solo sintió el calor de su cuerpo, siempre pensó que era como una pequeña estufa, pero después se dio cuenta de su temblor, de su indecisión. La miro a los ojos un momento, y todo lo que tenia que decirse se dijo en silencio, en el más absoluto y temeroso silencio.

Él siempre tenia la capacidad de hacer que se olvidara de todo, ni sus ideales, ni su pasado, ni mucho menos su futuro podía penetrar cuando se encerraban, sin pestillo, sin seguro, en su habitación, la de ella. Sus ojos le infundían el calor que necesitaba, el justo y necesario, y cuando no eran suficientes su mano izquierda hacia el resto. Hacia unas horas que su camisa, la de papa, había acabado en el suelo. Entonces el pánico la había invadido, más que nunca desde que se veían, había sentido perder el control de una situación por primera vez en tres meses. Siempre era una chica modelo, de las que pueden hablarte de cualquier tema y no desentonar, pero solo tenía un punto débil, que a ningún chico le había dejado descubrir, pero que Gabriel le había pillado desde la primera noche que las cosas pasaron el limite de la amistad. Antes incluso de que sus amigas supieran que existía. Antes de que él le mordiera en el cuello por primera vez. Y sobretodo antes de que la viera llorar por primera vez.

-El miedo siempre es infundado, nada debería ser capaz de provocarnos miedo, pero sin embargo tememos a las mayoría de las cosas.
-Pero es que no puedo evitarlo.
-No tienes que evitarlo, ya estoy yo para eso. 


2 nov 2010

Yin, Yang.

De tan diferentes, eran iguales.


"Al principio hay deseo, luego pasión, luego sospecha, celos, ira, traición. Cuando el amor es para el mejor postor no se puede confiar, y sin confianza, no hay amor. Los celos, si, los celos, te volveran loco " Moulin Rouge

Era 7 de Marzo. Abrió sus pequeños ojos azules, aun estaban un poco pegados. Ayer había sido un buen día, con una culminación perfecta, alocada, pero perfecta. Recodaba con todo detalle el momento que perdieron la cordura en aquel coche, mientras de fondo sonaba una canción de Lori Meyers. Ella era una experta en eso de mantener el control, era una experta en controlar relaciones. Demasiado sufrimiento, o lo que la gente llama así, había pasado ya. Pero esa noche, y esa relación se le iban de las manos. Él se le iba de las manos, era más de lo que podía pedir a veces, y ella pensaba ser menos de lo que él quería. Nunca se lo dejaría ver, pero lo sentía así. Siempre había pensado que viviría sola, y moriría en un final como el de Seven, con su apocalipsis y su apoteosis. Últimamente había empezado a pensar en vestidos blancos, y niños pequeños. Algo más de mujeres, dicen. 

-No fuiste elegida al azar- Le dijo mientras le aplastaba la nariz.
-No creo en el azar, ya sabes- Contestó ella.

" Las ganas de inventar y  un ¡Atiza! al cielo,
marcarán la frontera de mi razón.
Y un arsenal de paciencia y celos
nos recuerdan las chicas no pagan dinero"  Vetusta Morla - Los buenos 

Era 7 de Marzo. Le encantaba que lo primero que viera al despertar fuesen sus ojos. Su muñeca, la de la W, estaba junto a la suya, la de las dos emes. No quería recordar lo de ayer, seguro que ella pensaba que había sido demasiado fogoso. Él era un inexperto en eso de mantener a raya sus emociones, era un inexperto en las relaciones. Pero con ella parecía fácil, todo salia sin planearlo, sin pensarlo. -"Ella es una de esas chicas que van de jipis, y acabaran casadas de blanco y por la Iglesia" -Le habían dicho una vez. Nunca pensó que podría casarse, no quería pensar una cosa así -"Por dios"-Pensó. No le daba miedo el compromiso, pero no estaba bien pensar en esas cosas que después salen mal. Él sólo quería saber cuanto azúcar le apetecía en el café, era un síntoma de su estado de animo, y donde irían esa noche a cenar, lo demás estaba demasiado lejos como para ni siquiera tenerlo en cuenta. A lo mejor era momento de ser romántico. Es cosa de hombres, dicen. 

26 oct 2010

Gamma

Dos grados. Un aire muy feo azotaba la persiana, era una tarde para quedarse en casa. Para quedarse como muchas veces se quedaban abrazados. Acababa de terminar una peli, de las que tanto le gustaban a él, y de las que estaba convencido que le gustaban a ella. "¿Es impresionante verdad?"- La cara de ella dijo más que cualquier respuesta "Nunca me conocera"-pensó. Saltó sobre la cama. Él entre risas saco una pregunta que parecía que llevaba mucho tiempo esperando hacerle.
-¿Alguna vez te pidió que te describieras?
-Si, y no volvió a hablar sobre ello.
-¿Qué le contestaste?-Se hizo un silencio, que ni siquiera se podia llamar incomodo. Solo se podía ir la canción de Tomato in the rain, que ella había puesto hacía diez segundos.
-Modestia y Caramelo. Solamente eso- Aunque sonrió, dentro de ella volvió esa sensación de dolor. Aun pensaba demasiado en él.
Se sabia curaba, sonría a la gente, incluso a él. Algunas veces iba por la calle mirando y sonriendo a la gente como si fuera la primera vez que veía a una persona.
No le había vuelto a ver, no se atrevía ni siquiera a abrir su página de facebook. Nadie en su circulo de amigas se atrevía a mencionar su nombre, ni ninguno que recordara o pudiera recordarlo. Lo cierto era que no había vuelto a poder aprobar un examen. Rompía a llorar cada vez que abría el cajón y veía aquella carta roja, aquella misma que no se había atrevido a tirar, que nunca se atrevería a tirar, y que tenia que leer todos los días. Cada vez que recordaba cuando se hicieron aquel tatuaje juntos. Y cada vez que recordaba las veces que no había sabido decirle te quiero, cuando tenia que decírselo.
Ella, todos lo sabían, era de aquella escuela de la gente que no se arrepiente de nada, de la que no le afecta nada exterior, de los que parecen tan seguros de si mismos que nadie puede tocarlos. De las chicas a las que nadie se puede acercar, de las que parecen inaccesibles. Pero aquella frase que coronaba la fatídica carta había acabado por romper todos sus esquemas. Aquella frase que nunca podría olvidar:
"Gemma, no me gusta el café. No me gusta acostarme en el césped y levantarme mojado. No me gusta el frío, ni la lluvia. Nunca me gustaron las chicas de ojos azules. Pero de ti me gustaba hasta la última manía, hasta el último lunar. Algunos indígenas de la selva del Amazonas distinguen 42 tonos de verde, donde tú sólo verías uno. Yo distingo miles tonos de rojo, donde tú sólo ves uno".

21 oct 2010

La ley de Murphy

Cuando ella decía que sí, él siempre pensaba que le mentía. Cuando ella decía que estaba llegando, él sabía que tendría que esperar más de trece minutos. Siempre que intentaba discutir con ella, le decía no seas tonto, sacando una sonrisa y besándolo en la mejilla. "Así es imposible" se repetía a menudo. Desde fuera parecía la persona más feliz del mundo. Sus pocos amigos nunca le preguntaban por ella. Ella era su vida paralela, la que siempre le había completado la falta de compañía que sentía desde que era pequeño.
No sabía como en su cabeza podía ponerse aquel pensamiento. "Así es imposible". Ese pensamiento llevaba atormentándolo varias noches. Se repetía a si mismo que era una locura, que no podía vivir sin ella. Pero ¿ y si, sí podía hacerlo? ¿Y si su vida fuera mejor sin el tormento que le provocaban sus mil manías? ¿Sin tener que decirle que no se mordería la uñas? ¿Sin tener que decirle que no dibujara con el dedo en el vaho del espejo? ¿Sin tener que decirle que no llegara tarde siempre? ¿ Sin tener que decirle que para él con tomar un café al día era suficiente? ¿Sin tener que estar arracándole los te quieros?... ¿Sin poder abrazarla cuando volviera de clase y que ella se riera de sus quejas? 
Algo le contesto a todas esas preguntas. Le sonó muy profundo, muy dentro de él, pero extrañamente sonó su dulce voz, la dulce voz de ella: "No sería tu vida, seria la de otro que no la tuviera a ella".

Descolgó el teléfono y marcó el numero que se sabía de memoria. Al otro lado de la ciudad una mano femenina con dos pequeñas emes tatuadas en la muñeca contestó:

-¡Dígame!.
-¿Sabes que te quiero, ojitos azules?
-Ja, ¡Siempre has sido un cursi!- Esas palabras lejos de crisparle arrancaron la sonrisa que necesitaba ese día. Y volvió a recordar aquella frase "Con dos emes por favor" 


20 oct 2010

Identidad

Dos horas hacía ya. Dos malditas horas.
Había llegado de clase como cualquier día normal, todavía no hacia el frío estrepitoso que debe hacer a finales de octubre en la capital. Llevaba toda la tarde dando vueltas al tema, poniendo en su cabeza una lista imaginaria de pros y contras, en varias ocasiones la gente de clase le había sacado de la ensoñación con alguna colleja o alguna broma de mal gusto. Es por éso que no se relacionaba con ellos, no tenia necesidad de contacto humano con personas cuya máxima aspiración era quien ganaría el pichichi ese año.
Ahora de vuelta a la habitación, al balcón de siempre. "A lo mejor ella esperaba que la llamara antes, a lo mejor aún tengo que hacerme el interesante un poco más, ¿y si no me lo coge?,¿ y si esta ocupado? puede ser que solo tenga esta oportunidad". Dos malditas horas después descolgó el fijo de casa y marcó el numero que llevaba apuntado en aquel papel rosita, los numero no podían ser de otro color que no fuera azul, claro. Un sudor frío recorrió su espalda, y por fin sonó el primer tono. Sintió un impulso demasiado grande de colgar, romper el papel y irse a su habitación a llorar, a llorar por su cobardía. Segundo tono, apenas podía sujetar el auricular contra la oreja, se repetía en su cabeza lo que diría cuando contestara ella. Tercer tono, se sintió aliviado, no lo va a coger, era lo normal. De repente alguien descolgó al otro lado y pregunto con suave voz -"¿Quien es?"- Su voz era como recordaba, tal y como se la había imaginado en  los dos días que habían pasado. Se le había olvidado el monologo que llevaba repitiéndose en los dos siglos que pasaron entre el primer y el tercer tono. Así que fue él mismo.

Se sentó en un banco y se puso a juguetear con el móvil, apoyó el café en el banco, ya estaba frío "Deja ya de pedir el vice, Gabriel". Llegaba cinco minutos antes de la hora, era típico en él la ultra puntualidad, odiaba hacer esperar a la gente. Plaza de España tenia un color anaranjado y verde muy otoñal, pero el sol seguía calentando tanto que le sobraba la sudadera. Pasaban cinco minutos de las 12 en punto, los cinco minutos de rigor, cuando alguien le golpeó en el hombro.
-Hola, ¿llego muy tarde?- Y antes de que el pudiera contestar a aquellos ojos azules ya estaba dándole dos besos- Bueno, ¿donde vamos? Conozco una cafetería perfecta aquí a lado. ¿Te gusta el café Africano? Te gustara seguro.
Le encantaba que ella no le dejara hablar, siempre lo hizo. Por otro lado, el estaba temblando, y no había podido articular ni una sola palabra, ella parecía rígida, fría. Pero a la vez era cálida y cercana. El ya había tomado café ¿Pero que más da?

Mientras hablaban de infinidad de trivialidades sin sentido, y de cosas de sus vidas cotidianas, como si fueran dos conocidos de toda la vida, él no podía dejar de mirarla a los ojos y de recordar la misma frase "Con dos emes por favor". Eran tiempos felices.

15 oct 2010

Punto Medio

-Simplemente somos de esa generación en la que vivimos enfadados y no sabemos porqué. Es una época en la que la gente odia amar, pero por otra lado le encanta ser amado. No quiere sufrir por otra persona, pero tiene un oscuro deseo a que todo el mundo le adore.
-Siempre ves a la gente demasiado egoísta. ¿No puede ser que simplemente exista el amor, y que algunos tengamos miedo a él y sus efectos?
-Cariño, el amor no existe y lo sabes. Tu mismo me has dicho que no hay nada imprescindible en este mundo, y el concepto de amor lo contradice totalmente-Acabo su frase con la sonrisa de siempre, la de los domingos.
-¿Entonces no me amas?
-Por supuesto que no, y ya lo sabes.
La rabia que había sentido unas 13 veces antes volvió a surgirle, cerro los puños y miro hacia otro lado. Cuando volvió la mirada, ella estaba pasando la hoja, vio las dos pequeñas emes tatuadas en su muñeca. La miró a los ojos y lo soltó: "Pues yo te quiero mucho". Ella sonrió, lo cogió de la nariz en un gesto cariñoso y respondió sin demasiada importancia "Sabes que yo también".

14 oct 2010

Empieza por L

Estaba sentado delante del papel, dio un largo suspiro y se llevo las manos a la cabeza. Solo había podía poner el titulo "Ser o no ser". "Cien palabras, tu opinión sobre que es importante y que no en la vida" había dicho el profesor 13 horas atrás. Se puso a pensar desde ese momento, necesitas el aire, necesitas el agua, necesitamos una socialización, amistad, comunicación, Amor. "¿Amor?"- Siempre tenia la manera de contradecir todo lo que decía, conseguía que él mismo se pusiera en duda hasta los pilares más arraigados de su pensamiento. "El amor no es necesario, eso es una idea de la Iglesia. Ni siquiera creo que exista algo a lo que se le pueda denominar amor" Desde ese momento no había sabido que escribir en aquel folio en blanco. De repente las trece horas de estar en blanco desaparecieron. El mismisimo Shakeaspare, indirectamente sobre el personaje de Hamlet, ya había intentado contestar a esa pregunta. Es imposible que sepamos que es imprescindible para vivir, o para vivir bien, nadie podrá contestarlo, podría estar una vida entera dándole vueltas y solo conseguir una frase mítica, que no respondería para nada a todas esas dudas, pero seria bonita. "Siempre se nos viene encima algo, parece que se acaba el mundo, y días después estamos sonriendo con una nueva meta en la vida. García Marquez lo escondía detrás de una ficción agresiva, tu detrás de tu indiferencia, y yo mismo lo escondo detrás de una sonrisa incombustible. Todos sabemos que no somos inmunes, pero sabemos que sigue la vida. Aunque lo "necesario" desaparezca".Cambió en el word  toda la letra a Sans MT, tamaño 12 y color rojo y se lo envió a ella. "Muy bien cariño, ahora acuéstate que mañana madrugas"- Todo dio vueltas, otra vez le trastocaba los planes, a lo mejor algo si es imprescindible.
Aquel jodido recuerdo de lo que dijiste seguía retumbandole en la cabeza junto a aquella canción "La luces, mi alma, mi cuerpo, mi voz no sirven de nada... ". "Con dos emes por favor".

10 oct 2010

El día que se acabo el verano

Era la noche en que definitivamente se acababa el verano en Madrid. Una noche de lluvia y frió, pero de las que apetece estar debajo de la lluvia mojándose, y no sentado en una butaca de tu salón. Eran la 4 de la mañana, y en la televisión sonaba un vídeo musical " Breaking my back just to know your name...". Aun estaba torturándose por los pensamientos que le producía aquel libro gris que le habían regalado. Hacia como 16 horas que lo había tomado, pero el sabor a canela y caramelo del café le seguía sabiendo en la boca. Llevaba sin ir al centro seis meses, y no era casualidad que hubiera ido esa mañana. Se estaba torturando sabiendo que estaba tan cerca, 20 km, pero tan lejos. Lo que hubiera pagado porque aquella noche no se acabara todo. Pero se acabó.
Giro la cabeza y volvió la mirada hacia atrás, en el espejo vio a un chaval de 19 años, con el pelo sucio y un pijama rojo. Lo vio demacrado, "fruto de la oscuridad seguro" pensó,  lo vio cabizbajo y con necesidad de que alguien le ayudara a salir de esas arenas movedizas en las que, muy bien acompañado por cierto, se había metido. Miró hacia delante, hacia la televisión, el vídeo musical aun sonaba "It's not confidential, I've got potential". La pantalla se puso en negro un segundo, vio a un chico joven, pero con una mirada profunda, con desparpajo, con ganas de comerse el mundo, empezando por Madrid. Llevaba un pijama rojo y el pelo alborotado. 
Con el último golpe de platillo de la batería de Ronnie Vannucci, se levantó, apagó la tele y se fue a dormir. "Mañana volveré al centro" dijo, pero sus labios apenas se movieron.
Pero en su cabeza seguía retumbando aquella frase " Con dos emes por favor"

9 oct 2010

Gabriel

Nombre de Arcángel. Piel de cordero. Siempre había tenido aquella tonta manía de intentar adivinar como era la vida de las personas que se sentaban a su lado en el autobús. Esa noche una mujer muy bien pintada se sentó a su lado, imaginó que era la típica mujer soltera, la típica mujer que le gustaba salir y moverse, que se sentía útil y que para nada sola. Veía una sonrisa en su cara, eso le hizo reírse. Yellow sonaba en los cascos, era perfecta para el día horrible que hacía. La lluvia afeaba el paisaje de su nueva ciudad, su nueva y vieja ciudad, la que llevaba años teniendo en la cabeza, pero en la que nunca había vivido. Recordó por un momento lo que le había pasado el día anterior, y seguía como absorto en sus pensamientos, mirando la lluvia. Antes de llegar a su destino un hombre se sentó a su lado, pelo largo, nada especial. Imaginó que tendría tres hijos, dos hijas y un niño, les quería más de lo que podía expresar, de lo que se atrevía a expresar. Solo desde que su mujer murió, enfrentándose a infinidad de problemas, malviviendo con dos trabajos, se le notaba en la cara, si, se le notaba en las arrugas que afeaban su rostro, no tendría mas de 40 años, pero estaba demacrado, como si hubiera vivido tres vidas. De repente se vio reflejado en el cristal, por un segundo vio que era aquel hombre, se asusto y sobresalto, el hombre a su derecha ni hizo ademan de inmutarse. Otra de sus manías, siempre se sentaba a la izquierda del autobús, casi siempre por la tarde el sol le daba en la cara, pero era un impulso irremediable. Recordaba esa mañana, un día más se levanto alrededor de las doce, siempre le gustaron los espejos enfrente de la cama, tenia que comprar uno. Siempre se había sentido identificado con aquella canción de Fito "no tengo nada para impresionar, ni por fuera ni por dentro". Nunca le importo no destacar por encima de la media, le gusta pasar desapercibido, ser el chico de clase al que nadie conoce y por él que siempre preguntan cuando ven las notas colgadas en la pared con una chincheta roja. Roja como la que sujeta su póster de Watchmen, enfrentado al de Pulp Fiction. Siempre llevaba una novela de García Marquez encima, era su vía de escape del mundo, a uno de los mundos paralelos de el colombiano. Nunca pensó que le haría falta una mujer en su vida, nunca hasta ayer claro. "Con dos emes por favor" fue lo último que recordó antes de salir por la puerta.

5 oct 2010

Gemma

Olías a Mora. Aun recuerdo aquellos días que subía a la segunda planta de mi casa y seguía oliendo a ese dichoso perfume. Nunca tuve una memoria prodigiosa, pero aun recuerdo desde el día que pronunciaste tu nombre por primera vez, hasta la noche en la que yo lo hice por última vez, seguido de un Te Quiero. Siempre pensé que tu nombre, tus ojos, y tu manera de mover la cabeza era lo que me haría perder la cabeza un día. Siempre me ha encantado que te hagas la tonta, aunque siempre hayas sido más inteligente que yo. Me gusta no llevar razón nunca, que ni siquiera des opción a ello. Pero de todo lo nuestro, lo que lleva tu nombre y el mio bordado con un color azul eléctrico. Azul como tus ojos. De todo lo nuestro sólo rescataría una cosa, una cosa que merece un marco en mi memoria, y que recuerdo como si fuera el primer día. "Recuerdo que me asomé al balcón, como cada noche, como cada día de enero, entre cafe y sociología, entre el correo y Teorías de la Información. Un hombre mayor paseaba por la acera de enfrente, una chica con unas pintas un poco raras y unos cascos a juego con su ropa violeta cruzaba a la otra acera. Por la esquina venía una chica, normal, corriente. El coche de mi padre salia de la cochera, una noche más, mi hermano jugaba en la otra esquina a las cartas. La chica se aproximaba, una falda vaquera clara, el pelo negro, en ese momento me pareció el pelo más negro que había visto, una sonrisa en la cara, como si no le afectara el viento en las piernas, como si su blusa azul hiciera de pararrayos de los problemas. Quería hacer algo para que me mirara, pero no me atrevía, no era capaz. Maldita Cobardía un días más. Entonces el boli se me escapó de las manos, cayo a su lado, y miró hacia arriba. Había una cosa de la que no me había dado cuenta, una cosa, de la que por muy normal que pareciera esa chica en un principio, hubiera cambiado las cosas. Tus ojos. Miraste hacia arriba y fue como un shock, es una sensación indescriptible, solo se me ocurre una metáfora, la del olor del césped recien cortado con el de las naranjas recién trituradas, la sensación de sentirte vivo y fresco, nuevo y agrio, amargo y hipnotizado. -Creo que se te ha caído- Tu voz sonaba como me la había imaginado en ese segundo interminable, en el segundo más largo del universo, donde las milésimas eran siglos, en ese segundo que tardaste en abrir la boca desde que tus ojos me habian destrozado por dentro y aliviado por fuera. Puede ser que ese momento cambiara mi vida, puede ser que mi muestra de valentía de ahí en adelante cambiara el transcurro del universo y de las teorías astro-físicas de el futuro. O puede ser que ese momento solo fuera una muesca más en el camino, un momento finito, como todo, y que no cambiaría mi manera de ser, ni tu manera de actuar, ni tu desmán, ni tus desaires" De todo lo nuestro sólo rescataría una cosa, una cosa que merece un marco en mi memoria, y que recuerdo como si fuera el primer día. Tu nombre, -"Gemma con dos emes por favor-.