26 oct 2010

Gamma

Dos grados. Un aire muy feo azotaba la persiana, era una tarde para quedarse en casa. Para quedarse como muchas veces se quedaban abrazados. Acababa de terminar una peli, de las que tanto le gustaban a él, y de las que estaba convencido que le gustaban a ella. "¿Es impresionante verdad?"- La cara de ella dijo más que cualquier respuesta "Nunca me conocera"-pensó. Saltó sobre la cama. Él entre risas saco una pregunta que parecía que llevaba mucho tiempo esperando hacerle.
-¿Alguna vez te pidió que te describieras?
-Si, y no volvió a hablar sobre ello.
-¿Qué le contestaste?-Se hizo un silencio, que ni siquiera se podia llamar incomodo. Solo se podía ir la canción de Tomato in the rain, que ella había puesto hacía diez segundos.
-Modestia y Caramelo. Solamente eso- Aunque sonrió, dentro de ella volvió esa sensación de dolor. Aun pensaba demasiado en él.
Se sabia curaba, sonría a la gente, incluso a él. Algunas veces iba por la calle mirando y sonriendo a la gente como si fuera la primera vez que veía a una persona.
No le había vuelto a ver, no se atrevía ni siquiera a abrir su página de facebook. Nadie en su circulo de amigas se atrevía a mencionar su nombre, ni ninguno que recordara o pudiera recordarlo. Lo cierto era que no había vuelto a poder aprobar un examen. Rompía a llorar cada vez que abría el cajón y veía aquella carta roja, aquella misma que no se había atrevido a tirar, que nunca se atrevería a tirar, y que tenia que leer todos los días. Cada vez que recordaba cuando se hicieron aquel tatuaje juntos. Y cada vez que recordaba las veces que no había sabido decirle te quiero, cuando tenia que decírselo.
Ella, todos lo sabían, era de aquella escuela de la gente que no se arrepiente de nada, de la que no le afecta nada exterior, de los que parecen tan seguros de si mismos que nadie puede tocarlos. De las chicas a las que nadie se puede acercar, de las que parecen inaccesibles. Pero aquella frase que coronaba la fatídica carta había acabado por romper todos sus esquemas. Aquella frase que nunca podría olvidar:
"Gemma, no me gusta el café. No me gusta acostarme en el césped y levantarme mojado. No me gusta el frío, ni la lluvia. Nunca me gustaron las chicas de ojos azules. Pero de ti me gustaba hasta la última manía, hasta el último lunar. Algunos indígenas de la selva del Amazonas distinguen 42 tonos de verde, donde tú sólo verías uno. Yo distingo miles tonos de rojo, donde tú sólo ves uno".

21 oct 2010

La ley de Murphy

Cuando ella decía que sí, él siempre pensaba que le mentía. Cuando ella decía que estaba llegando, él sabía que tendría que esperar más de trece minutos. Siempre que intentaba discutir con ella, le decía no seas tonto, sacando una sonrisa y besándolo en la mejilla. "Así es imposible" se repetía a menudo. Desde fuera parecía la persona más feliz del mundo. Sus pocos amigos nunca le preguntaban por ella. Ella era su vida paralela, la que siempre le había completado la falta de compañía que sentía desde que era pequeño.
No sabía como en su cabeza podía ponerse aquel pensamiento. "Así es imposible". Ese pensamiento llevaba atormentándolo varias noches. Se repetía a si mismo que era una locura, que no podía vivir sin ella. Pero ¿ y si, sí podía hacerlo? ¿Y si su vida fuera mejor sin el tormento que le provocaban sus mil manías? ¿Sin tener que decirle que no se mordería la uñas? ¿Sin tener que decirle que no dibujara con el dedo en el vaho del espejo? ¿Sin tener que decirle que no llegara tarde siempre? ¿ Sin tener que decirle que para él con tomar un café al día era suficiente? ¿Sin tener que estar arracándole los te quieros?... ¿Sin poder abrazarla cuando volviera de clase y que ella se riera de sus quejas? 
Algo le contesto a todas esas preguntas. Le sonó muy profundo, muy dentro de él, pero extrañamente sonó su dulce voz, la dulce voz de ella: "No sería tu vida, seria la de otro que no la tuviera a ella".

Descolgó el teléfono y marcó el numero que se sabía de memoria. Al otro lado de la ciudad una mano femenina con dos pequeñas emes tatuadas en la muñeca contestó:

-¡Dígame!.
-¿Sabes que te quiero, ojitos azules?
-Ja, ¡Siempre has sido un cursi!- Esas palabras lejos de crisparle arrancaron la sonrisa que necesitaba ese día. Y volvió a recordar aquella frase "Con dos emes por favor" 


20 oct 2010

Identidad

Dos horas hacía ya. Dos malditas horas.
Había llegado de clase como cualquier día normal, todavía no hacia el frío estrepitoso que debe hacer a finales de octubre en la capital. Llevaba toda la tarde dando vueltas al tema, poniendo en su cabeza una lista imaginaria de pros y contras, en varias ocasiones la gente de clase le había sacado de la ensoñación con alguna colleja o alguna broma de mal gusto. Es por éso que no se relacionaba con ellos, no tenia necesidad de contacto humano con personas cuya máxima aspiración era quien ganaría el pichichi ese año.
Ahora de vuelta a la habitación, al balcón de siempre. "A lo mejor ella esperaba que la llamara antes, a lo mejor aún tengo que hacerme el interesante un poco más, ¿y si no me lo coge?,¿ y si esta ocupado? puede ser que solo tenga esta oportunidad". Dos malditas horas después descolgó el fijo de casa y marcó el numero que llevaba apuntado en aquel papel rosita, los numero no podían ser de otro color que no fuera azul, claro. Un sudor frío recorrió su espalda, y por fin sonó el primer tono. Sintió un impulso demasiado grande de colgar, romper el papel y irse a su habitación a llorar, a llorar por su cobardía. Segundo tono, apenas podía sujetar el auricular contra la oreja, se repetía en su cabeza lo que diría cuando contestara ella. Tercer tono, se sintió aliviado, no lo va a coger, era lo normal. De repente alguien descolgó al otro lado y pregunto con suave voz -"¿Quien es?"- Su voz era como recordaba, tal y como se la había imaginado en  los dos días que habían pasado. Se le había olvidado el monologo que llevaba repitiéndose en los dos siglos que pasaron entre el primer y el tercer tono. Así que fue él mismo.

Se sentó en un banco y se puso a juguetear con el móvil, apoyó el café en el banco, ya estaba frío "Deja ya de pedir el vice, Gabriel". Llegaba cinco minutos antes de la hora, era típico en él la ultra puntualidad, odiaba hacer esperar a la gente. Plaza de España tenia un color anaranjado y verde muy otoñal, pero el sol seguía calentando tanto que le sobraba la sudadera. Pasaban cinco minutos de las 12 en punto, los cinco minutos de rigor, cuando alguien le golpeó en el hombro.
-Hola, ¿llego muy tarde?- Y antes de que el pudiera contestar a aquellos ojos azules ya estaba dándole dos besos- Bueno, ¿donde vamos? Conozco una cafetería perfecta aquí a lado. ¿Te gusta el café Africano? Te gustara seguro.
Le encantaba que ella no le dejara hablar, siempre lo hizo. Por otro lado, el estaba temblando, y no había podido articular ni una sola palabra, ella parecía rígida, fría. Pero a la vez era cálida y cercana. El ya había tomado café ¿Pero que más da?

Mientras hablaban de infinidad de trivialidades sin sentido, y de cosas de sus vidas cotidianas, como si fueran dos conocidos de toda la vida, él no podía dejar de mirarla a los ojos y de recordar la misma frase "Con dos emes por favor". Eran tiempos felices.

15 oct 2010

Punto Medio

-Simplemente somos de esa generación en la que vivimos enfadados y no sabemos porqué. Es una época en la que la gente odia amar, pero por otra lado le encanta ser amado. No quiere sufrir por otra persona, pero tiene un oscuro deseo a que todo el mundo le adore.
-Siempre ves a la gente demasiado egoísta. ¿No puede ser que simplemente exista el amor, y que algunos tengamos miedo a él y sus efectos?
-Cariño, el amor no existe y lo sabes. Tu mismo me has dicho que no hay nada imprescindible en este mundo, y el concepto de amor lo contradice totalmente-Acabo su frase con la sonrisa de siempre, la de los domingos.
-¿Entonces no me amas?
-Por supuesto que no, y ya lo sabes.
La rabia que había sentido unas 13 veces antes volvió a surgirle, cerro los puños y miro hacia otro lado. Cuando volvió la mirada, ella estaba pasando la hoja, vio las dos pequeñas emes tatuadas en su muñeca. La miró a los ojos y lo soltó: "Pues yo te quiero mucho". Ella sonrió, lo cogió de la nariz en un gesto cariñoso y respondió sin demasiada importancia "Sabes que yo también".

14 oct 2010

Empieza por L

Estaba sentado delante del papel, dio un largo suspiro y se llevo las manos a la cabeza. Solo había podía poner el titulo "Ser o no ser". "Cien palabras, tu opinión sobre que es importante y que no en la vida" había dicho el profesor 13 horas atrás. Se puso a pensar desde ese momento, necesitas el aire, necesitas el agua, necesitamos una socialización, amistad, comunicación, Amor. "¿Amor?"- Siempre tenia la manera de contradecir todo lo que decía, conseguía que él mismo se pusiera en duda hasta los pilares más arraigados de su pensamiento. "El amor no es necesario, eso es una idea de la Iglesia. Ni siquiera creo que exista algo a lo que se le pueda denominar amor" Desde ese momento no había sabido que escribir en aquel folio en blanco. De repente las trece horas de estar en blanco desaparecieron. El mismisimo Shakeaspare, indirectamente sobre el personaje de Hamlet, ya había intentado contestar a esa pregunta. Es imposible que sepamos que es imprescindible para vivir, o para vivir bien, nadie podrá contestarlo, podría estar una vida entera dándole vueltas y solo conseguir una frase mítica, que no respondería para nada a todas esas dudas, pero seria bonita. "Siempre se nos viene encima algo, parece que se acaba el mundo, y días después estamos sonriendo con una nueva meta en la vida. García Marquez lo escondía detrás de una ficción agresiva, tu detrás de tu indiferencia, y yo mismo lo escondo detrás de una sonrisa incombustible. Todos sabemos que no somos inmunes, pero sabemos que sigue la vida. Aunque lo "necesario" desaparezca".Cambió en el word  toda la letra a Sans MT, tamaño 12 y color rojo y se lo envió a ella. "Muy bien cariño, ahora acuéstate que mañana madrugas"- Todo dio vueltas, otra vez le trastocaba los planes, a lo mejor algo si es imprescindible.
Aquel jodido recuerdo de lo que dijiste seguía retumbandole en la cabeza junto a aquella canción "La luces, mi alma, mi cuerpo, mi voz no sirven de nada... ". "Con dos emes por favor".

10 oct 2010

El día que se acabo el verano

Era la noche en que definitivamente se acababa el verano en Madrid. Una noche de lluvia y frió, pero de las que apetece estar debajo de la lluvia mojándose, y no sentado en una butaca de tu salón. Eran la 4 de la mañana, y en la televisión sonaba un vídeo musical " Breaking my back just to know your name...". Aun estaba torturándose por los pensamientos que le producía aquel libro gris que le habían regalado. Hacia como 16 horas que lo había tomado, pero el sabor a canela y caramelo del café le seguía sabiendo en la boca. Llevaba sin ir al centro seis meses, y no era casualidad que hubiera ido esa mañana. Se estaba torturando sabiendo que estaba tan cerca, 20 km, pero tan lejos. Lo que hubiera pagado porque aquella noche no se acabara todo. Pero se acabó.
Giro la cabeza y volvió la mirada hacia atrás, en el espejo vio a un chaval de 19 años, con el pelo sucio y un pijama rojo. Lo vio demacrado, "fruto de la oscuridad seguro" pensó,  lo vio cabizbajo y con necesidad de que alguien le ayudara a salir de esas arenas movedizas en las que, muy bien acompañado por cierto, se había metido. Miró hacia delante, hacia la televisión, el vídeo musical aun sonaba "It's not confidential, I've got potential". La pantalla se puso en negro un segundo, vio a un chico joven, pero con una mirada profunda, con desparpajo, con ganas de comerse el mundo, empezando por Madrid. Llevaba un pijama rojo y el pelo alborotado. 
Con el último golpe de platillo de la batería de Ronnie Vannucci, se levantó, apagó la tele y se fue a dormir. "Mañana volveré al centro" dijo, pero sus labios apenas se movieron.
Pero en su cabeza seguía retumbando aquella frase " Con dos emes por favor"

9 oct 2010

Gabriel

Nombre de Arcángel. Piel de cordero. Siempre había tenido aquella tonta manía de intentar adivinar como era la vida de las personas que se sentaban a su lado en el autobús. Esa noche una mujer muy bien pintada se sentó a su lado, imaginó que era la típica mujer soltera, la típica mujer que le gustaba salir y moverse, que se sentía útil y que para nada sola. Veía una sonrisa en su cara, eso le hizo reírse. Yellow sonaba en los cascos, era perfecta para el día horrible que hacía. La lluvia afeaba el paisaje de su nueva ciudad, su nueva y vieja ciudad, la que llevaba años teniendo en la cabeza, pero en la que nunca había vivido. Recordó por un momento lo que le había pasado el día anterior, y seguía como absorto en sus pensamientos, mirando la lluvia. Antes de llegar a su destino un hombre se sentó a su lado, pelo largo, nada especial. Imaginó que tendría tres hijos, dos hijas y un niño, les quería más de lo que podía expresar, de lo que se atrevía a expresar. Solo desde que su mujer murió, enfrentándose a infinidad de problemas, malviviendo con dos trabajos, se le notaba en la cara, si, se le notaba en las arrugas que afeaban su rostro, no tendría mas de 40 años, pero estaba demacrado, como si hubiera vivido tres vidas. De repente se vio reflejado en el cristal, por un segundo vio que era aquel hombre, se asusto y sobresalto, el hombre a su derecha ni hizo ademan de inmutarse. Otra de sus manías, siempre se sentaba a la izquierda del autobús, casi siempre por la tarde el sol le daba en la cara, pero era un impulso irremediable. Recordaba esa mañana, un día más se levanto alrededor de las doce, siempre le gustaron los espejos enfrente de la cama, tenia que comprar uno. Siempre se había sentido identificado con aquella canción de Fito "no tengo nada para impresionar, ni por fuera ni por dentro". Nunca le importo no destacar por encima de la media, le gusta pasar desapercibido, ser el chico de clase al que nadie conoce y por él que siempre preguntan cuando ven las notas colgadas en la pared con una chincheta roja. Roja como la que sujeta su póster de Watchmen, enfrentado al de Pulp Fiction. Siempre llevaba una novela de García Marquez encima, era su vía de escape del mundo, a uno de los mundos paralelos de el colombiano. Nunca pensó que le haría falta una mujer en su vida, nunca hasta ayer claro. "Con dos emes por favor" fue lo último que recordó antes de salir por la puerta.

5 oct 2010

Gemma

Olías a Mora. Aun recuerdo aquellos días que subía a la segunda planta de mi casa y seguía oliendo a ese dichoso perfume. Nunca tuve una memoria prodigiosa, pero aun recuerdo desde el día que pronunciaste tu nombre por primera vez, hasta la noche en la que yo lo hice por última vez, seguido de un Te Quiero. Siempre pensé que tu nombre, tus ojos, y tu manera de mover la cabeza era lo que me haría perder la cabeza un día. Siempre me ha encantado que te hagas la tonta, aunque siempre hayas sido más inteligente que yo. Me gusta no llevar razón nunca, que ni siquiera des opción a ello. Pero de todo lo nuestro, lo que lleva tu nombre y el mio bordado con un color azul eléctrico. Azul como tus ojos. De todo lo nuestro sólo rescataría una cosa, una cosa que merece un marco en mi memoria, y que recuerdo como si fuera el primer día. "Recuerdo que me asomé al balcón, como cada noche, como cada día de enero, entre cafe y sociología, entre el correo y Teorías de la Información. Un hombre mayor paseaba por la acera de enfrente, una chica con unas pintas un poco raras y unos cascos a juego con su ropa violeta cruzaba a la otra acera. Por la esquina venía una chica, normal, corriente. El coche de mi padre salia de la cochera, una noche más, mi hermano jugaba en la otra esquina a las cartas. La chica se aproximaba, una falda vaquera clara, el pelo negro, en ese momento me pareció el pelo más negro que había visto, una sonrisa en la cara, como si no le afectara el viento en las piernas, como si su blusa azul hiciera de pararrayos de los problemas. Quería hacer algo para que me mirara, pero no me atrevía, no era capaz. Maldita Cobardía un días más. Entonces el boli se me escapó de las manos, cayo a su lado, y miró hacia arriba. Había una cosa de la que no me había dado cuenta, una cosa, de la que por muy normal que pareciera esa chica en un principio, hubiera cambiado las cosas. Tus ojos. Miraste hacia arriba y fue como un shock, es una sensación indescriptible, solo se me ocurre una metáfora, la del olor del césped recien cortado con el de las naranjas recién trituradas, la sensación de sentirte vivo y fresco, nuevo y agrio, amargo y hipnotizado. -Creo que se te ha caído- Tu voz sonaba como me la había imaginado en ese segundo interminable, en el segundo más largo del universo, donde las milésimas eran siglos, en ese segundo que tardaste en abrir la boca desde que tus ojos me habian destrozado por dentro y aliviado por fuera. Puede ser que ese momento cambiara mi vida, puede ser que mi muestra de valentía de ahí en adelante cambiara el transcurro del universo y de las teorías astro-físicas de el futuro. O puede ser que ese momento solo fuera una muesca más en el camino, un momento finito, como todo, y que no cambiaría mi manera de ser, ni tu manera de actuar, ni tu desmán, ni tus desaires" De todo lo nuestro sólo rescataría una cosa, una cosa que merece un marco en mi memoria, y que recuerdo como si fuera el primer día. Tu nombre, -"Gemma con dos emes por favor-.