3 nov 2011

π

Se pasa la mano por la cara, la frente le suda. Entre el alboroto del sueño no se ha dado cuenta que al despertar ha tirado la vela que se posa en el cabezal de su cama. Ese sueño no era lo que tenía que suceder en aquel lugar, ni en aquel tiempo. Dos meses atrás podía haber sido comprensible, factible e incluso defendible, pero ya hacia más de 65 días que no la veía, que no pensaba en ella y sobretodo que no la olía. Su olor era lo último que olvidó, con todo el esfuerzo de su mente y el resto de sus sentidos lo había borrado. Hasta esa noche. El olor a mora, que venia con seguridad de la vela perfumada que se había hecho añicos contra el suelo, le recordó a las tardes cálidas de septiembre, al dolor punzante de agosto y sobretodo al puñetazo en el estomago que sintió un 19 de julio.

No entienden a Pi. La gente de ciencias se queda clavada en que es un numero muy importante en sus divagaciones sin sentido, 3,14159..., parte importante de la geometría de los círculos. Los de letras no ven mas allá de la decimosexta letra del alfabeto griego, no ven mas que un fonema /p/ con un trazo precioso. Se equivocan en redondo unos y otros, no entienden que Pi es algo más, es una de las tantas mescolanzas que entendidos de las matemáticas y de los idiomas antiguos han hecho desde que existen. Los dos nacieron de los mismo, en la misma época. Todos nacemos de lo mismo, ¿Por qué nos empeñamos en diferenciarnos? Todos somos diferentes, todos somos iguales. Pi es un sentimiento, al igual que Phi, que Zeta... ¿Lo entiendes Gabriel?"

Ella es Pi, ella es todas las letras del maldito alfabeto griego, fenicio y indoeuropeo. Todo lo que tenga un significado oculto lleva su nombre, hasta los sueños en los que se mezclan elefantes azules, de Dalí sin duda, mangos y café negro, de Márquez sin duda, y su rostro, saliendo por todos lados, con las cosas que le hacen subsistir aun recluido en el último peñón de aquel país. El sudor frió que cada vez más abundante caía por su frente le hizo reflexionar, busco en su mente, en su corazón, en su estomago, en la últimas cosas que había escrito, debajo del dolor punzante, un motivo para no quererla. No lo encontró, solo encontraba odio, pena, frustración y una vez más dolor, pero sin ningún sentido. Todo es diferente, todo es igual. Todo es ella.

Descolgó el teléfono, marco aquel numero, que sabía olvidado, sin dudar y espero cuatro interminables tonos:
-Gemma, llevo demasiado tiempo sin ti