5 ago 2011

Un paseo hacia el infierno

Sus preciosos ojos azules estaban pegados a la ventanilla del tren, su cara chafada contra el cristal, como insensible. Llevaba así casi una hora, sin inmutarse, excepto por alguna lágrima que recorría su cara. No era un viaje que ella hubiera previsto, ni era un viaje ideal para Agosto, más bien era un viaje muy incomodo. "Al menos si pudiera pasar allí un día..." pensaba frecuentemente. Gemma agarraba fuerte su bolso marrón, dentro de él iba su ultima esperanza. Un regalo para él, una primera edición de "Cien años de Soledad". Ella sabia que no significaba nada, que le haría ilusión, pero que eso no le haría cambiar de opinión. La ilusión que se mostraría en su cara seria transitoria, se esfumaría al oír a ella hablar de los dos. Entonces volvió a repetir el monologo que tronaba en su cabeza, mientras cerraba los ojos en lágrimas, en un gesto de dolor patético:

"Podría haberle dado un beso en la primera cita. Podría haber mostrado más aprecio por sus intereses desde el principio, podría haberle demostrado que lo que le gustaba, por el mero hecho de que le gustara era importante para mi. Podría haber quedado con el más de una vez por semana, sabiendo que él lo necesitaba. Podría haberle repetido a todas horas lo especial y singular que es. Podría haberle dejado claro que Madrid no me gustaba, pero que con él es la mejor ciudad del mundo. Podría haberle enseñado el resto del mundo, porque él quería que lo hiciera. Podría haber sido mas cariñosa, incluso antes de que él lo pidiera. Podría haberle dejado claro que solo lo veía a él. Podría haberle repetido que le quiero, hasta desgastar mis labios y mi lengua. Podría haberle dicho que quería que mi hijos se llamaran Gabriel y Gemma y que no veía un futuro en el que él no estuviera. Podría haber sido la chica de sus sueños y podría habérselo dejado claro. Si hubiera sido capaz de hacer todo eso, probablemente, no estaría en esta situación"

Rompió a llorar, y se golpeó el muslo con gestos claros de rabia, y la invadió un sentimiento mezcla de desprecio por si misma, y de odio hacia las pelirrojas. "No sabemos lo que brilla nuestra moneda, hasta que la tiramos al fondo del pozo, pidiendo un deseo que podríamos haber conseguido con ella"

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